Cuando pensamos en Cádiz, lo primero que suele venir a la mente es su aire gaditano, sus carnavales, sus playas y su papel clave en la historia moderna de España. Sin embargo, pocos conocen en profundidad una etapa fascinante y estratégica de su pasado: la Cádiz Cartaginesa. Durante un tiempo, esta ciudad fue uno de los enclaves más importantes para los cartagineses en la Península Ibérica, un bastión comercial, naval y militar clave en el Mediterráneo occidental.

Orígenes fenicios y transición a la influencia cartaginesa

Antes de hablar de la Cádiz Cartaginesa, es fundamental entender su origen fenicio. Fundada alrededor del año 1100 a.C. por los fenicios de Tiro, Gadir (nombre original de Cádiz) es considerada la ciudad más antigua de Occidente aún habitada. Se trataba de un puerto de escala clave en la ruta del estaño y los metales del sur de la península, especialmente del mítico reino de Tartessos.

Con el tiempo, y tras el declive de Tiro y otras ciudades fenicias por el auge de imperios como Asiria y Babilonia, Cartago —colonia fenicia en el norte de África— comenzó a tomar protagonismo. Los cartagineses heredaron y ampliaron las redes comerciales de sus antecesores, y en ese proceso, Gadir cayó bajo su esfera de influencia.

Gadir bajo dominio cartaginés

En torno al siglo VI a.C., los cartagineses ya controlaban buena parte del litoral sur de Hispania. Gadir no solo continuó siendo un centro comercial de primer nivel, sino que se convirtió también en un puerto estratégico y base naval cartaginesa. Desde allí, los cartagineses podían comerciar con minerales, marfil, tejidos, salazones y púrpura, mientras proyectaban su influencia militar hacia el Atlántico y el Mediterráneo.

La Cádiz Cartaginesa era una ciudad próspera, con estructuras defensivas, almacenes, templos y astilleros. Desde allí, se organizaban expediciones hacia el norte de África, las islas británicas y el interior de la península. Los salazones gaditanos eran ya reconocidos por su calidad, y las conservas marinas se exportaban ampliamente.

Amílcar Barca y el inicio de la expansión cartaginesa en Hispania

Uno de los personajes clave de la historia cartaginesa en Hispania fue Amílcar Barca, general y padre de Aníbal. Tras la derrota de Cartago frente a Roma en la Primera Guerra Púnica (264-241 a.C.), Amílcar decidió establecer una nueva base de poder en la península Ibérica para reconstruir la fuerza militar y económica de su ciudad.

Gadir fue una de las primeras paradas en su campaña. Desde allí, Amílcar comenzó la conquista del sur de Hispania, pactando con tribus locales o venciéndolas cuando era necesario. La ciudad sirvió como punto de apoyo logístico en esta ambiciosa empresa que daría lugar al nacimiento de un auténtico «imperio cartaginés» en suelo hispano.

Aníbal y Cádiz: una historia que se entrecruza

La figura de Aníbal Barca, hijo de Amílcar, está estrechamente vinculada a Cádiz. Aunque Cartagena (Cartago Nova) fue la capital de la Hispania cartaginesa, Gadir seguía siendo un punto vital para el comercio y la guerra. Desde allí, se abastecían tropas y flotas, y se enviaban recursos hacia otras partes del Mediterráneo.

Se cree que Aníbal partió desde Cádiz en su expedición hacia Italia, la famosa marcha que lo llevaría a cruzar los Alpes con elefantes y desafiar directamente a la República Romana. Así, Cádiz se convierte en el punto de inicio de uno de los episodios más legendarios de la historia antigua.

Cádiz durante la Segunda Guerra Púnica

Durante la Segunda Guerra Púnica (218-201 a.C.), Cádiz fue un enclave cartaginés importante. Sin embargo, tras la victoria de los romanos en Hispania y la caída de Cartago Nova (209 a.C.) a manos de Escipión el Africano, la suerte de Cádiz cambió drásticamente.

En el año 206 a.C., tras la decisiva batalla de Ilipa, las fuerzas cartaginesas fueron expulsadas de la península. Gadir, viendo que la derrota de Cartago era inevitable, se rindió pacíficamente a Roma, convirtiéndose así en una ciudad aliada y luego en municipio romano.

Legado cartaginés en Cádiz

Aunque el dominio cartaginés sobre Cádiz no duró tantos siglos como el romano, su huella fue profunda y duradera. La tradición marinera, el comercio a larga distancia, la construcción naval, la agricultura especializada (como la viticultura y la olivicultura), e incluso elementos religiosos como el culto a Melqart (asociado más tarde a Hércules por los romanos), son parte del legado cartaginés.

Hoy día, los restos arqueológicos de esta etapa no son abundantes, pero se han encontrado indicios de estructuras defensivas, materiales cerámicos, monedas y testimonios escritos que atestiguan la importancia de Cádiz en la red cartaginesa.

El templo de Melqart-Hércules: centro espiritual cartaginés

Una de las construcciones más emblemáticas de la Cádiz cartaginesa fue el templo de Melqart, situado posiblemente en lo que hoy es Sancti Petri (Chiclana). Este templo era tan importante que incluso figuras como Aníbal o Julio César habrían acudido allí. Para los cartagineses, Melqart era el dios patrón de su expansión ultramarina, una especie de protector de los marinos, comerciantes y guerreros.

Posteriormente, los romanos lo identificarían con Hércules, y el templo seguiría siendo un lugar de peregrinación y adoración durante siglos. Su fama se extendía por todo el mundo antiguo.

La Cádiz Cartaginesa como eje del poder púnico en Occidente

Hablar de la Cádiz Cartaginesa es hablar de una ciudad que fue mucho más que un puerto: fue una joya estratégica, comercial y cultural del Mediterráneo. En un momento clave de la historia antigua, cuando se decidía el futuro del poder entre Roma y Cartago, Cádiz estuvo en el centro del tablero.

Su legado, aunque menos visible que el romano, sigue presente en el ADN cultural e histórico de la ciudad. Redescubrirlo es una invitación a conectar con una parte fascinante de nuestra historia, y comprender cómo esta ciudad fue, durante siglos, uno de los vértices del poder cartaginés en Occidente.