Situado en un extremo del Paseo Fernando Quiñones, el Castillo de San Sebastián se alza sobre un islote rocoso al oeste del casco antiguo de Cádiz, enfrentando al mar y a la historia. Esta fortaleza no es solo un vestigio militar, sino un testigo del paso del tiempo, de las defensas de la ciudad, de las invasiones, de la tecnología naval y del esplendor de Cádiz en los siglos de oro del comercio atlántico.
Durante siglos, ha sido bastión defensivo, faro marinero, prisión y hasta plató cinematográfico. Su silueta recortada contra el horizonte es uno de los símbolos más icónicos de Cádiz.
Orígenes legendarios y primeros usos del islote
El islote sobre el que se levanta el Castillo de San Sebastián ya era conocido desde la Antigüedad. Según algunos autores clásicos, en este punto exacto pudo situarse un templo dedicado a Kronos o Moloch durante la época fenicia, aunque no hay pruebas arqueológicas concluyentes. Lo cierto es que este enclave tenía importancia simbólica y práctica por su posición estratégica, como uno de los accesos naturales a la bahía gaditana.
Durante la Edad Media, el islote quedó en desuso hasta que en el año 1457, una embarcación veneciana infectada por la peste fue obligada a fondear allí en cuarentena. Para ello, se construyó una ermita dedicada a San Sebastián, protector contra enfermedades, dando nombre al islote.

Construcción del castillo: defensa frente al mar
La historia militar del Castillo de San Sebastián comenzó en 1706, en plena Guerra de Sucesión Española, cuando Cádiz se encontraba bajo amenaza constante de ataques anglo-holandeses. El reino borbónico ordenó la construcción de una fortaleza costera moderna en ese punto clave para proteger la entrada norte de la ciudad y la bahía.
El castillo se diseñó con una estructura adaptada a las nuevas técnicas de defensa frente a artillería naval. Sus elementos principales son:
- Muralla poligonal con baluartes y cañoneras orientadas hacia el Atlántico.
- Foso y puente levadizo que conectaban con tierra firme (más tarde sustituidos por el actual paseo).
- Plaza de armas interior, con alojamientos, almacenes y aljibes.
- Faro central, incorporado a la fortaleza para orientar la navegación.
Durante el siglo XVIII, la fortaleza fue reforzada con nuevos elementos defensivos. Cádiz era un enclave de altísimo valor para la Corona, al ser el puerto de salida y llegada del comercio con América, y debía estar protegida tanto desde tierra como desde el mar.
El siglo XIX: ataques, guerras y prisión
El Castillo de San Sebastián vivió momentos cruciales en el siglo XIX, en especial durante la Guerra de la Independencia Española (1808-1814). Durante el asedio de las tropas napoleónicas, el castillo formó parte de las defensas de la ciudad junto al Castillo de Santa Catalina y las murallas de Puerta Tierra. Desde sus cañones se repelieron ataques enemigos que intentaban acceder por mar.
Posteriormente, el castillo fue utilizado como prisión militar. Muchos presos políticos y militares pasaron por sus mazmorras en tiempos de inestabilidad política en el siglo XIX. Su condición de enclave aislado, rodeado por agua, lo hacía ideal para este uso.
Siglo XX: del faro a la ciencia
Uno de los elementos más llamativos del Castillo de San Sebastián es su faro metálico, instalado en 1908 sobre la antigua torre del homenaje. Con una altura de 41 metros sobre el nivel del mar, el Faro de San Sebastián fue uno de los primeros faros eléctricos de la costa andaluza y continúa en funcionamiento como señal marítima.
Durante buena parte del siglo XX, el castillo cayó en desuso militar. Sin embargo, su estructura fue aprovechada para usos científicos y culturales. En los años 90, se instaló un laboratorio oceanográfico, gestionado por el Instituto Español de Oceanografía, aunque el proyecto no perduró en el tiempo.
A mediados del siglo XX, también fue escenario de películas y eventos. El castillo sirvió como localización de cine para la película Muere Otro Día (2002) de la saga James Bond, donde representaba una fortaleza cubana.
Siglo XXI: símbolo cultural y esperanza de futuro
En las últimas décadas, el Castillo de San Sebastián ha sido objeto de atención por parte del Ayuntamiento de Cádiz y la Junta de Andalucía, con planes de restauración y uso cultural. Aunque su estado ha sido motivo de preocupación por el deterioro natural causado por el mar y el viento, sigue siendo uno de los monumentos más fotografiados de la ciudad.
El paseo que conecta el castillo con la Playa de La Caleta, conocido como Paseo Fernando Quiñones, es hoy uno de los lugares más transitados por vecinos y turistas. Ofrece una de las mejores vistas de Cádiz y del atardecer sobre el Atlántico.
El castillo está cerrado al público en su interior por motivos de seguridad, pero hay proyectos activos de recuperación que prevén convertirlo en un centro de interpretación del litoral, de la historia militar y de la navegación.
Arquitectura y entorno natural
El Castillo de San Sebastián es una obra de arquitectura militar adaptada al entorno natural. Sus muros se integran con la roca del islote, y su planta irregular responde a las condiciones del terreno y a la necesidad de resistir el embate del mar.
Su aislamiento y su posición lo convierten también en un punto privilegiado para la observación de aves marinas, para estudios oceanográficos y para la apreciación del paisaje costero de la Bahía de Cádiz.
Junto con el Castillo de Santa Catalina, forma parte del sistema defensivo que protegía la entrada occidental a Cádiz y el valioso fondeadero natural del puerto gaditano.
Curiosidades del Castillo de San Sebastián
- Tiene dos faros: uno del siglo XIX (de mampostería) y otro más moderno (de hierro fundido), siendo este último uno de los más altos de Andalucía.
- Inspiración artística: ha sido objeto de poemas, pinturas y canciones populares gaditanas.
- Protección patrimonial: está declarado Bien de Interés Cultural (BIC) desde 1985.
- En la cultura popular: su imagen aparece en postales, escudos y hasta tatuajes de gaditanos que lo consideran un símbolo de identidad.
Una fortaleza frente al tiempo y al mar
El Castillo de San Sebastián no es solo una reliquia militar. Es el reflejo de siglos de historia gaditana, de su relación con el mar, con la defensa, con el comercio y con la ciencia. Es una estructura que ha resistido guerras, temporales y olas, manteniéndose firme como un centinela del Atlántico.
Hoy, su silueta forma parte inseparable del alma de Cádiz. Recuperar y conservar este monumento no solo es una tarea patrimonial, sino un acto de respeto hacia la historia viva de la ciudad.